Poder de las Redes Sociales con el auge de Nayib Bukele


Bukele, desde 2019 hasta la última reelección en febrero de 2024 se ha considerado como uno de los presidentes con mayor popularidad (en relación al porcentaje de votos) del mundo. El apodado ‘presidente millenial’ era prácticamente desconocido por la esfera pública en 2012 cuando solo el 20% de los salvadoreños contaba con internet en sus casas. En 2018 ya era hasta un 58%, es decir seis de cada diez salvadoreños tenía ya conexión. Bukele supo ver esto como un filón para su estrategia política. Supo adaptarse a los tiempos creándose una imágen del líder cool que tuvo un gran éxito. Las nuevas formas de comunicación habían cambiado. El impacto en la audiencia se mostró en estudios posteriores a las elecciones que calcularon que el 36,9% de la población usó las redes sociales como el principal medio de información sobre la campaña presidencial, siendo Facebook y Twitter los más usuales. El presidente ya no era solo un mero político, sino una celebridad internacional. Según el ránking de Social Bakers, en octubre de 2019 la diferencia en cuanto a seguidores entre Bukele y el resto de partidos políticos de El Salvador era ya abrumadora. Bukele contaba con más de 1 millón de seguidores en lo que por aquel entonces era Twitter. Hoy, en diciembre de 2024, el FMLN cuenta con apenas 143.176 seguidores en esta red social, mientras que Bukele ya cuenta con más de 6 millones de seguidores. Se sabe de su poder mediático y no le importa dar una imagen más informal. En 2019 su biografía de twitter le describía como “el político más guapo y cool del mundo mundial”, hoy solo se presenta como “el rey filósofo” en referencia al libro de La República de Platón.

No solo esto sino que podemos afirmar que unido a que es el presidente más joven de la historia de su país, también ha conseguido aunar los votos del público más jóven sumándose a la cultura cripto. La proposición y posterior introducción del bitcoin como moneda de curso legal en el país fue sacada adelante como una medida vanguardista, intentando acaparar la atención internacional en el campo de la innovación tecnológica y sobre todo el interés joven en una sociedad que destaca por el auge de los ‘criptobros’. Podríamos entonces derivar de esto la implementación de un populismo tecno-económico como estrategia de gobierno, aunque lo que encierra sobre todo es la atención generacional e internacional, colocar a El Salvador en el mapa aunque ciertas medidas destaquen por lo descabellado del asunto y no por su eficacia, porque, aun así, los resultados no han sido muy esperanzadores. Desde que esta medida se implementó en 2021, desde el gobierno han tenido serios problemas para incentivar a la población, aun con la distribución de una Chip Wallet y un bono inicial de $30 gratuitos. Tanto es así que menos del 20% de la población acude a este recurso en sus compras diarias y el dólar continúa siendo la moneda favorita en la mayoría de transacciones. Por otra parte, según datos oficiales distribuidos desde el gobierno, el turismo ha crecido en El Salvador un 30% desde 2021. 

Esto sí podemos atribuirlo a un cambio cultural identitario en relación al triunfo de ciertas políticas liberales que, en gran medida, han sido adoptadas en otros países de América Latina y cuyo influjo no ha pasado desapercibido en la política europea con el creciente auge de partidos de extrema derecha. Esto posiciona a la izquierda en una encrucijada de acción y cuestiona el saber responder a estas dinámicas, que por otra parte muy bien ha sabido aprovechar Bukele a su favor. Esta iniciativa movilizadora capaz de alcanzar a las esferas adolescentes, a la vez que también convence al grueso de la población mediante la garantización de la seguridad nacional, no es solo una innovadora y aislada nueva forma de comunicar en política, sino que consiste en un orden, que tradicionalmente se ha reproducido en regímenes populistas, en el que la cooperación democrática desaparece, las instituciones y demás cortapisas del estado, para dar paso al personalismo que establece a la figura única como modelo. No muy alejada además, en este caso, de la figura del influencer en redes sociales. Evidentemente, categorizar esta deriva simplemente como el irrefrenable poder del populismo, es un error y lo es por el simple hecho de que ni siquiera podríamos dar una clara definición del término. 

Lo que es innegable es que, viendo también las dinámicas políticas vigentes en el mundo, claramente en la actualidad existe un acercamiento más profundo al concepto de pueblo llano desde el escaparate de la derecha política. Así, Bukele puede aprovechar toda la fuerza comunicativa que, a través de las redes, es causante de la proliferación de cámaras de eco, ante la debilidad de una prensa fragmentada que beneficia a una política retórica en la que conceptos como la verdad se destruyen ante certezas sin sustento. Es importante entender que todos estos mecanismos que enfrentan al pensamiento colectivo contra los dogmas particulares, funcionan bajo el paraguas ilusorio del liberalismo en El Salvador.

Sergio Martínez Sánchez-Celemín

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